África negra

Ubicacion geografica

África subsahariana. Los términos África negra y Áfricasubsahariana hacen referencia a aquellos países del continente africano que no limitan con el mar Mediterráneo. También se conoce como determinada zona geográfica ubicada al sur del desierto del Sahara.

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Historia 

Desde tiempos antiguos, el nombre de África se relacionó con la imagen de tierra cálida y llena de sol. Dicho nombre parece provenir del latín aprica, que quiere decir soleado, o del griego aphriké, que significa sin frío.  Por supuesto, una de las características más notables de este continente es el clima caluroso en la mayor parte de su territorio.    

   La superficie del continente africano es de más de 30 millones de km2, incluyendo las islas. Este continente presenta una forma triangular y maciza.     

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   La población del continente africano se encuentra dividida étnica y culturalmente en dos grupos separados por la barrera geográfica del desierto del Sahara.  Al norte se halla la llamada África blanca, compuesta por pueblos de raza mediterránea, mezclados en algunos casos con elementos de la cultura negra.  Al sur del Sahara, el África negra comprende varios grupos, entre los que se encuentran:  los pigmeos  de las selvas ecuatoriales, de escasa estatura; el grupo khoi-san, localizado en los desiertos y mesetas meridionales; los sudaneses de las sabanas de la zona boreal y los bantúes del África central y austral, que son los más numerosos.  Hay también varios millones de habitantes de origen europeo.   

   El árabe, con sus numerosos dialectos, es la lengua oficial en toda la zona septentrional de raza blanca.  Las lenguas nigercongoleñas y, principalmente el bantú, con una gran diversidad de dialectos, son las que predominantemente se hablan en el África negra.  Otras lenguas que se hablan en África son el swahili, dialecto del bantú; el afrikaans (en Sudáfrica) y el inglés, el francés y el portugués que, en algunos sitios que fueron colonias de estos países, se adoptaron como lenguas.   

   Las civilizaciones africanas han tenido tradicionalmente un carácter oral: elementos acústicos como: voz, percusión e instrumentos musicales son  decisivos y la memoria desempeña un papel fundamental en la vida, la historia y la cultura

Doctrina religiosa

tradicion 1Acercarse al África negra se parece, de alguna manera, a una carrera de obstáculos. Una carrera, sin embargo, con características propias. Una de éstas consiste en el hecho de que en esta carrera del conocimiento sobre el África negra los obstáculos que debemos vencer se encuentran más bien en nuestro interior y no tanto fuera. Los relatos que desde Occidente se han elaborado sobre el África subsahariana, especialmente durante los últimos doscientos años, han llenado nuestra visión de la realidad africana de prejuicios y de opiniones simplistas, cuando no directamente falsas. Si esto es así en cuanto a temas sociales, económicos o políticos, imaginemos cuán lejos nos encontramos de la realidad en una cuestión tan poco medible, tan personal y tan íntima como es la vivencia religiosa. Al hablar de religión en el África negra hemos de ser, pues, especialmente cuidadosos de no proyectar nuestro imaginario, históricamente determinado por el hecho de ser occidentales. Otra de las características importantes en esta carrera para conocer el África negra es que se trata de una carrera sin final. Cuanto más vas avanzando, cuanto más profundizas, cuanto más piensas que puedes hablar sobre su realidad, más te das cuenta de que en realidad no sabes nada y de que lo esencial, como decía El Principitode Saint-Exupéry, es invisible a los ojos.
El africano negro es, por regla general, una persona fuertemente religiosa. Es muy poco habitual encontrar en el África negra a alguien que se declare abiertamente agnóstico o mucho menos ateo. Los hay, pero son casos excepcionales.
En el África negra podemos encontrar la presencia de las cinco grandes religiones del mundo: el hinduismo, el budismo, el judaísmo, el cristianismo y el islam –aunque las tres primeras de manera prácticamente testimonial–, y, evidentemente, también las religiones propias de la tierra, las tradicionales africanas. La vecindad entre estas diversas religiones se hace, en general, en términos de buena convivencia.
Cristianismo e islam están profundamente implantados en el África negra. Su difusión por África ha pagado, sin embargo, el precio de su africanización, es decir, han asumido rituales, ceremonias e incluso creencias propias de las religiones tradicionales, generando formas nuevas de gran dinamismo.
En cuanto al cristianismo, según datos del año 2012, se calcula que aproximadamente un 55% de la población total del África negra lo profesa en alguna de sus variantes (la mitad serían católicos y alrededor de un 40%, protestantes). Desde el punto de vista histórico, aunque desde los primeros siglos de nuestra era el cristianismo se implantó rápidamente por el continente africano, especialmente en el norte, a lo largo y ancho de las antiguas provincias romanas, desde la Mauritania Tingitana a Egipto (pensemos, por ejemplo en autores como el alejandrino Orígenes o el numídico San Agustín o en Etiopía, un país que desde el siglo iv tiene como religión mayoritaria el cristianismo copto), en el África subsahariana no llegó de manera sólida hasta las dos expansiones occidentales, en los siglos xv y xix, de la mano de los misioneros. Por esta razón, hoy en día, a veces el cristianismo se asocia por parte de muchos africanos con la acción colonial desarrollada por los europeos. Esto hace que en ocasiones sea percibido con un punto de desconfianza.
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El islam en África negra rezuma prácticas y creencias tradicionales, dando lugar a fenómenos como los morabitos
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El islam, religión con un gran ímpetu proselitista, entró y se extendió por el África negra a través de las redes de los comerciantes transaharianos al norte y de los índicos en la zona oriental del continente. A día de hoy se calcula que sobre un 28% de la población del África negra practica el islam. En términos generales, y dejando de lado casos extremos, como los de Somalia o los de algunos estados del norte de Nigeria, el islam en el África negra rezuma prácticas y creencias tradicionales, dando lugar a fenómenos como el de los morabitos del oeste de África, personas piadosas y con carisma que se suelen dedicar a curar y resolver problemas con técnicas que podríamos decir que no son demasiado ortodoxas dentro del islam, como la adivinación o la interpretación de los sueños.
Estadísticamente, la tercera gran adscripción religiosa de los africanos negros son las llamadas religiones tradicionales.
Las religiones africanas tradicionales son aquellas que se extienden por toda la parte del continente africano que se encuentra al sur del desierto del Sahara y que son originarias de esta tierra y de estos pueblos. Al llamarlas tradicionales, queremos decir que han sido transmitidas de padres a hijos, de abuelos a nietos, de los muertos –los ancestros– a los vivos.
Sobre estas religiones, podemos decir que hay tantas como etnias hay en el subcontinente negro. Aunque esta pluralidad no impide, al mismo tiempo, que entre ellas tengan puntos en común, preocupaciones idénticas y proyectos convergentes.
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Amadou Hampâté Bâ (1901-1991).
Uno de los grandes sabios africanos, el maliense Amadou Hampâté Bâ (1901-1991), hablaba de la creencia en la existencia, por parte de los africanos tradicionales, de una fuerza suprema no creada, una fuerza creadora de los seres visibles e invisibles existentes en la tierra, en los elementos y en el espacio. Esta fuerza, una e invisible, que se manifiesta en la multiplicidad visible de la existencia es llamada Maa Nala por los Bambara, Guend por los Peuls, Amma por los Dogon, Emitai por los Diola o Mbock por los Basâa, siendo también equivalente a la Maat de los antiguos egipcios. Esta fuerza creadora y unificadora se desentiende de los asuntos terrenales una vez que se ha manifestado creando el mundo. Por eso no tiene sentido rendirle culto. Todo lo creado por esta fuerza está dentro del ámbito de lo sagrado y, así, todo en la vida es sagrado. El deber de los iniciados en estas religiones es, pues, el de mantener la armonía sagrada de la creación.
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La noción de casualidad resulta inoperante y banal. Todo lo que sucede tiene que tener, a la fuerza, un porqué
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Por esta misma razón, en las religiones africanas tradicionales destaca también un profundo sentimiento de unidad de todas las cosas creadas. Cada acción repercute siempre en el todo. En concepciones hipercausales de este tipo, la noción de casualidad resulta inoperante y banal. Todo lo que sucede debe tener, a la fuerza, un porqué, aunque muchas veces no sea evidente a la vista.
Esta percepción de unidad se extiende a la relación entre vivos y muertos. La existencia forma una unidad que comprende la vida y la muerte en un todo continuo y solidario. De este modo los vínculos con los muertos no sólo deben mantenerse sino que se deben atender con cuidado. En este propósito se centran los principales ritos y ofrendas que se ofrecen a los muertos, los antepasados, ​​pero también al resto de seres espirituales y divinidades intermedias (como pueden ser los conocidos Orix en el sur de Nigeria o los voduns entre los Fon de Benín).
Por todo ello se puede decir que las religiones africanas tradicionales son esencialmente pragmáticas. Son religiones de la vida –de la vida en su máxima expresión–, y por eso mismo tienen pocas preocupaciones soteriológicas o escatológicas, que tanto preocupan a algunos sectores cristianos.
La persona, en términos de las religiones tradicionales africanas, logra la plenitud durante su existencia, colaborando, junto con el resto de la comunidad, en la armonía del mundo, participando en los ritos de paso, haciendo ofrendas a los ancestros, reproduciéndose y convirtiéndose finalmente, al dejar el mundo de los vivos, en ancestro o antepasado divinizado. Se entiende, precisamente por ello, la importancia que el africano tradicional da a la tierra, que es el lugar donde están los ancestros, y de donde nace su identidad clánica y étnica, y cuyo mantenimiento es clave para la supervivencia de la tradición, que a fin de cuentas no es otra cosa que la transmisión de aquello que los antepasados ​​han dejado en herencia y sin la cual el universo volvería inevitablemente al caos.
Animal sagrado

El animal sagrado de los Africanos es el Gorila de espalda dorada 


Planta sagrada
El Boabab es la planta sagrada de los Africanos 


Ritos funerarios

Entre los Ovambo el cadáver era colocado en la posición considerada como más apropiada para su enterramiento: las rodillas flexionadas delante del pecho y sobre éste los brazos cruzados. Cuando se trata de un propietario importante, es envuelto con una piel de de buey negra. Así sucede también entre los Nyaneka y Hereo.
En general, el enterramiento tiene lugar a las pocas horas de la muerte. Entre los Handa y grupos emparentados, se espera cuatro días antes de proceder a la inhumación del cadáver.
Antes de transportar el cadáver se realiza un interrogatorio necromántico sobre dos asuntos: la designación del culpable de su muerte y el nombramiento del heredero principal. Una autoridad familiar formula estas preguntas al difunto. Éste responde con el movimiento de la percha sobre la que está suspendido el cadáver y que reposa sobre las espaldas de los porteadores. Estas mismas preguntas son repetidas en el cementerio. La primera pregunta se hace como confirmación del oráculo que anteriormente ha sido emitido por el adivino de la comunidad. La segunda, igualmente, se hace como confirmación a la resolución legal que ya ha sido tomada por un Consejo de Familia.
Entre los Ovambo, cada individuo tenía asignado un lugar en el recinto de la propiedad familiar, y según su mayor o menor autoridad era enterrado más o menos cerca del corral del ganado vacuno que tenía un carácter sagrado para ellos, al igual que para otros muchos pueblos ganaderos. Lo más habitual, actualmente, es ser enterrado en la parcela familiar de los cementerios de cada distrito. Sólamente, los kimbanda (medicos-adivinos) de renombre tienen el honor de ser enterrados fuera de las propiedades o de los cementerios.  Se escoge generalmente para ellos la proximidad de un cruce de caminos, un lugar que esté protegido por la sombra de un gran árbol o de arbustos muy tupidos. Se cuelgan de las ramas los instrumentos del kimbanda. Antiguamente dos clases de personas eran pribadas de sepultura: los brujos(as) y los individuos muertos por causa del hambre.
El duelo por un difunto dura un número de dias proporcional con su categoría social. Entre los Nkhumbi, los funerales por una persona importante socialmente duran seis días. Desde el primer día del duelo, son abatidas una o varias cabezas de ganado que servirán de alimento para los numerosos miembros de la familia. De forma similar se hace entre los Obanbo y los Nyaneka. El consumo del ganado matado tiene ciertas restricciones. Así, por ejemplo, entre los Nkhumbi, no se toca la carne del primer animal sacrificado. En cuanto a los otros, la cabeza y las vísceras se reservan para los niños.
Entre los Herero, estos tabús son mucho más amplios. Para un gran propietario Kuvale, se mataban veinte bueyes. Los Himba, antiguamente, llegaban hasta un centenar. Pero ni los familiares del difunto ni los invitados podían comer de esta carne. Los Kuvale dicen que hay que tirarla a los perros y a los Vatwa (Khoisan).  Parece que este sacrificio masivo indicaba el carácter sagrado de los animales que se destinaban a seguir a su dueño en la muerte, El antropólogo H. Vedder dejó constancia de cómo, los Herero del sur explicaban esta costumbre como el medio para que las almas de los bueyes acompañaran a su dueño en la otra vida. Los craneos de estos animales se colocaban sobre estacas clavadas cerca de la tumba.
El etnólogo alsaciano C. Estermann escribió en 1956 sobre lo que los Kwanyama le relataron en relación a los funerales de los reyes y altas jerarquías políticas tal y como se llevaban a cabo hasta el siglo XIX. Según estos relatos dos jóvenes eran enterradas vivas junto al cadáver del rey muerto: una para mantener el fuego y la otra para encender la pipa. Una de estas jóvenes era una esclava y la otra una joven del clan de los bueyes. Aún más antiguamente, dicen que una prmcesa de sangre real era acompañada en su tumba por el príncipe consorte. El duelo por estas personas duraba varias semanas y durante este tiempo estaba prohibido cualquier trabajo.
Después de la muerte de un hombre casado, propietario de una granja, las viudas continuaban viviendo en la misma casa durante algunos meses. La regla general establecía que ellas cultivaran los campos durante una estación. El producto de este trabajo se repartía entre ellas y el heredero principal del difunto. Terminada la cosecha, las viudas podían aceptar unas segundas nupcias, salvo en el caso en que ellas formaran parte de la herencia, costumbre que existe aún entre los Himba.

Dioses 

ABASSI
ABUK
ADROA
AGÉ
AGOYO
AHA 
NJOKU
AJA
AJOK
ALA
ANANSI
ANGAT



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